El rafting es una de las actividades que más adeptos reúne. Consiste en descender en
balsas, con capacidad para unas diez personas, por los impetuosos ríos de deshielo.
Las alternativas van desde la tranquila navegación por el río Limay hasta el rafting
de acción en el río Manso, cerca de la frontera con Chile, pasando por las experiencias
de mediano movimiento que pueden practicarse en el Manso medio.
Alejandro Rosales es un porteño que abandonó hace una década el barrio de Palermo
para dedicarse de lleno a esto. Fanático del remo desde los 18 años, cada vez que podía
escaparse se iba hasta Mendoza o venía a esta ciudad a navegar los ríos de montaña.
Cuando se recibió de arquitecto, no lo pensó más: lo suyo estaba en el agua. Y acá se
radicó.
Ahora Alejandro es dueño de Extremo Sur, una de las empresas que acompañan a los
turistas a practicar rafting o kayak río adentro. "Vienen muchas familias, grupos de
amigos o gente de negocios que no quiere perderse esta experiencia, chicos desde los tres
años y hasta personas de más de 80", contó. Sólo su agencia asiste entre 1000 y
1500 personas por temporada.

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Alejandro Rosales y
Esteban Bauer
practican kayak en el río Manso medio,
en la Patagonia
Foto: Francisco
Ciavaglia |
Las aguas blancas, como se conoce a los ríos de deshielo, tienen cinco niveles de
dificultad, determinados por la fuerza y los obstáculos del curso de agua. Para las
excursiones de rafting no se requiere experiencia previa, aunque aquellas que se internan
en ríos más correntosos o las de kayak sí necesitan de algunos conocimientos técnicos.
Alejandro ostenta un récord difícil de alcanzar: es uno de los dos argentinos que se
atrevió a "saltar" con su kayak la cascada de los Alerces, una caída de agua
de casi 15 metros situada en el Parque Nacional Nahuel Huapi. Todo un desafío.
"Lo bueno de este deporte es que no tenés límites. Acá el límite sos vos
explicó Esteban Bauer, un kayakista de 28 años que guía a los veraneantes corriente
abajo. Siempre aparecen nuevos ríos para navegar."
Alejandro y Esteban deleitaron ayer a los turistas con una demostración de rodeo, algo
que en la jerga de los kayakistas significa "montar" una de las olas que la
corriente produce al chocar contra una piedra. La prueba consiste en estar el mayor tiempo
posible sobre la ola y realizar, mientras tanto, algunas piruetas con el kayak.
Los turistas más osados pueden incursionar en el canoying, una nueva opción que
propone navegar cañadones y rápidos sin más equipo que un casco, chaleco salvavidas, un
traje de neoprene y protectores para codos y rodillas. Es decir que la única embarcación
con la que se cuenta es el propio cuerpo. Reservado para valientes.
Los que quieren gozar del río, pero disponen de menos audacia, pueden optar por el
buceo o la pesca deportiva.